sábado, 24 de noviembre de 2012

Nacionalismo en el siglo XIX.



6.
El nacionalismo
en el siglo XIX: conceptualización y tipología.
En el siglo XIX va a aparecer con una fuerza incontenible el fenómeno nacionalista que a la larga transformará la vieja Europa. El Antiguo Régimen había sido internacionalista, es decir, no se subrayaban las peculiaridades nacionales que diferenciaban a unos países de otros. El nacionalismo, por la influencia de las ideas de libertad y nación de la Revolución Francesa por un lado y del romanticismo por otro, va a surgir como una fuerza potente, las naciones sometidas a otros estados lucharán por sacudirse el yugo y lograr su independencia, y en los casos en que la nación esté dividida, luchará por lograr su unidad. Una tercera manifestación se da en las naciones ya unidas (Francia, Gran Bretaña...) y el nacionalismo va a ser el soporte de un proceso de expansión territorial que llevará a la ocupación de territorios lejanos y a la formación de los imperios coloniales a finales del siglo XIX y principios del XX.
Por último, señalar la importancia y trascendencia del fenómeno y su vigencia hoy en día, tanto en Europa (desintegración de Yugoslavia, fragmentación de Checoslovaquia, desintegración de la Unión Soviética...) como en España (ascenso y pujanza de los nacionalismos vasco y catalán), fenómenos todos ellos difíciles de explicar sin el componente nacionalista.
I. Definición de conceptos.
Antes de adentrarnos en el tema es imprescindible la aclaración de algunos términos que a menudo se utilizan de manera incorrecta o que son ambiguos en sí mismos.
Estado.
Es un territorio con fronteras internacionales reconocidas oficialmente y sobre el cual tienen vigencia una serie de leyes e instituciones. El Estado puede ser unitario o centralista si todo el poder reside en el centro, y descentralizado o federal si el poder también recae en las regiones que forman el Estado. Un ejemplo del primero sería Francia, país centralizado por antonomasia, y del segundo Estados Unidos, Alemania, España... El nacionalismo en el siglo XIX.
Nacionalidad.
Son una serie de rasgos y factores objetivos de tipo económico, social y cultural que definen a la población de un territorio. Lo normal es que los pertenecientes a una nacionalidad no pasen de reivindicaciones culturales. Para otros autores, por el contrario, nacionalidad es el conjunto de esencias básicas sobre las que se asienta la nación.
Nación.
La nación supone un estadio más avanzado que la nacionalidad, el sentimiento de identidad colectiva llega a plantear una serie de reivindicaciones para conseguir un poder político. Los pilares sobre los que se basan esas reivindicaciones políticas son las peculiaridades de la lengua, la cultura, la religión o la Historia.
Nacionalismo.
Sería el movimiento político que pretende activar y realizar los objetivos que la nación se plantea en todos sus aspectos, normalmente el logro de un estado independiente.
Una vez visto esto haremos una
diferencia entre nación y Estado. Puede darse el caso de que los dos términos coincidan con un único territorio: Portugal, Italia, Polonia... son territorios muy homogéneos donde casi toda la población tiene los mismos rasgos: lengua, religión, pasado común... Pero puede darse el caso de que no coincidan y una nación esté dividida entre varios estados: por ejemplo los kurdos que actualmente viven repartidos entre Siria, Turquía, Irak e Irán; o que en un estado convivan varias naciones distintas (Bélgica está compuesta por dos naciones: los valones de lengua francesa y los flamencos de lengua neerlandesa u holandesa; España que sería una nación de naciones (reconociendo naciones específicas a Cataluña, el País Vasco y Galicia), en este caso hablamos de estados plurinacionales.
II. El nacionalismo: de la Revolución Francesa al romanticismo.
1. Nacionalismo y Revolución Francesa.
Durante el Antiguo Régimen ya hemos visto cómo no existe la idea clara de nación en el sentido actual, los reyes absolutos son internacionalistas, no subrayan las diferencias de sus estados frente a otros, los habitantes de un reino se sienten súbditos de un rey más que ciudadanos de una nación. La palabra nación se usaba como en la Edad Media, hacía referencia sólo al lugar de origen de una persona (del latín
nascere, nacer). Será con la Revolución Francesa de 1789 cuando aparezca ya consolidado el término nación, el tercer estado –dirigido por la burguesía- se constituyó en Asamblea Nacional y entendieron que el depositario de la soberanía no era el rey sino la nación, es decir, el conjunto de los habitantes del país con derecho a voto. La lucha contra el resto de Europa afirmó la idea de nación, se creó un ejército nacional que ya no dependía del rey sino de la nación, se exaltó el patriotismo y, en el caso de Francia se identificó nación con Estado. Como vemos, la idea de nación es evidentemente burguesa.
Más tarde las tropas de Napoleón que recorrieron Europa llevaron la idea de nación a todos los pueblos, esto se volvería contra ellos, pues al tomar conciencia de sus peculiaridades nacionales tendrían un arma importante para luchar contra los mismos franceses. La idea de pertenecer a una nación y el aumento del movimiento nacionalista se van a extender por Europa y, a menudo, el movimiento nacionalista irá unido al liberalismo político, de hecho la burguesía es el motor de los dos movimientos.
2 El nacionalismo en el siglo XIX.
2. Nacionalismo y romanticismo.
Veíamos en el apartado dos de este tema cómo surgía el Romanticismo como corriente filosófica y literaria en Alemania. Supone este movimiento la negación de la Ilustración y su principio clave: la razón; para los románticos hay muchas cosas que no pueden ser entendidas por la razón y la ciencia como el amor, la religión, la pertenencia a una nación... por lo tanto el movimiento nacionalista está dotado, al igual que la religión, de un componente irracional importante. De entre todos los ideólogos nacionalistas de la época romántica destacará el alemán
Herder (1744-1803), decía que un racionalista ante dos hombres de distinto color vería dos personas, pero un romántico vería a un blanco y a un negro. Los románticos subrayan la peculiaridad de las personas y las singularidades de naciones y pueblos (frente al concepto ilustrado más generalista) y el ahondar en esas peculiaridades lleva al nacionalismo, a la consecución de la libertad o independencia de la nación. Dan mucha importancia a la lengua como base de la nación, como principal rasgo que une a todos los componentes de la nación, en esta línea se producirá un resurgir de las lenguas nacionales y la depuración de términos procedentes de idiomas extraños; el filósofo alemán Fichte (1762-1814) decía que "Quienes hablan la misma lengua constituyen un todo que la naturaleza misma ha unido de antemano con múltiples vínculos invisibles". El otro pilar básico es la Historia común, rastreando la Historia de la nación llegan a la Edad Media donde, debido a la fragmentación del poder político, la nación fue libre e independiente. En algunos casos es la religión el elemento de identidad frente a un dominio extranjero de otra creencia, caso de la Irlanda católica frente a la dominación inglesa de religión anglicana, o la católica Polonia frente a ortodoxa Rusia. Desde el punto de vista del individuo sus derechos no cuentan, depende del pueblo o la nación que le nutren y los derechos a reclamar y conseguir son los derechos del colectivo, de la nación o pueblo.
El objetivo fundamental debe ser la recuperación de la libertad e independencia frente a los pueblos dominantes, eso se encauza a través del nacionalismo como movimiento político, este nacionalismo tiene una ardua tarea en Europa pues el continente está dividido, salvo excepciones como Alemania e Italia, en muy pocos estados y en muchísimas naciones sometidas. El nacionalismo llevará, inevitablemente, a un reajuste de fronteras. Esto se pone de manifiesto al triunfar los nacionalismos en Grecia y Bélgica, que lograrán su independencia en 1829 y 1830 respectivamente, serán los primeros países donde triunfe una revolución nacionalista y su ejemplo será imitado en toda Europa.
3. Etapas en un movimiento nacionalista.
Todo movimiento nacionalista va a pasar por dos estadios en su evolución. El primero se centra en la reivindicación de aspectos culturales como el folklore, la Historia, la religión o la lengua; sobre todo la lengua se constituye en la base de identificación del grupo nacional y lo que le diferencia de otros pueblos, la lengua es sometida a una depuración de términos extranjeros y se conoce un renacimiento literario importante. Es curioso que en la mayoría de los casos se establece un contacto con la Edad Media, época en la que, la nación fue libre y, en muchos casos, cuando se produjo el último esplendor cultural y literario, la Edad Media es el horizonte ideal y a veces inventado, la época pasada donde se produjo el nacimiento de la nación; evidentemente es una idea romántica, los hombres del romanticismo en sus escritos recrean el
3 El nacionalismo en el siglo XIX.
misterioso pasado medieval en vez de la época clásica como había ocurrido con los artistas neoclásicos.
Una vez que la población ha tomado conciencia de la pertenencia a la nación se produce una segunda fase de reivindicación política en la que la nación busca un acomodo en el Estado pidiendo su reconocimiento como nación, un mayor grado de autonomía o bien, lisa y llanamente, la independencia con la intención de crear un nuevo Estado. Estas reivindicaciones políticas constituyen el nacionalismo propiamente dicho.
III. Tipos de nacionalismos en el siglo XIX.
1. Según el ámbito de actuación.
a) La independencia de otros estados.
Es el nacionalismo más típico, la nación (ya sabemos que es el conjunto de habitantes sobre un territorio con una misma lengua, costumbre, religión y pasado común) opta por la independencia de un Estado de lengua y cultura diferentes y en el que esta nación es minoritaria. Evidentemente los estados no van a consentir la pérdida de territorios y la secesión de una región, así estos movimientos van a ser duramente reprimidos. La primera vez que triunfa, ya en la Edad Contemporánea, un movimiento de este tipo es con la independencia de Grecia del Imperio Turco en 1829 y la segunda con la independencia belga de Holanda en 1830; los dos nuevos estados son de reducidas dimensiones. Esto no quiere decir que no haya más movimientos, por supuesto, pero no van a triunfar. Así el Imperio Austríaco estaba formado por un mosaico de naciones distintas que lucharán por su independencia y no la conseguirán hasta después de la I Guerra Mundial. En el Imperio Ruso pasa lo mismo, el gobierno autoritario de los zares no va a permitir ningún movimiento nacionalista y los alzamientos polaco y ucraniano van a ser duramente reprimidos y a esas poblaciones se les desplaza de sitio y se les somete a un proceso de rusificación. En Gran Bretaña serán los irlandeses los que luchen por su independencia.
b) La unificación de una misma nación repartida entre varios estados.
Si en el ejemplo anterior una nación estaba comprendida dentro de un Estado y luchaba por su independencia, ahora vamos a hablar de un caso más complicado, una nación repartida entre varios estados. Una vez que los habitantes de la nación han tomado conciencia de la pertenencia a la misma se produce la lucha para conseguir la unidad. Los casos más típicos son los de Italia y Alemania, en el Congreso de Viena ambas naciones habían permanecido fragmentadas; en los años 20, 30 y 48 se van a producir movimientos de liberación nacional y de lucha por la unidad de la nación dividida, esos movimientos cuajarán en los años 70 y los dos países lograrán su unidad, (esto lo veremos en los siguientes temas).
c) El nacionalismo en las viejas naciones: el imperialismo.
En países como Gran Bretaña o Francia, y más tarde la Alemania ya unida, se va a producir también un importante movimiento nacionalista que no tiene como objetivo la independencia de la nación, pues ya la tienen, sino la exaltación de los principios nacionales y el patriotismo. Este movimiento a finales del siglo XIX llevará a un proceso de expansión en territorios de África y Asia que se conoce como imperialismo o expansión colonial. La idea de que la nación debe ser la más grande, temida y respetada y de que Dios llama al país a la misión grandiosa de dominar el mundo es una idea
4 El nacionalismo en el siglo XIX.
claramente burguesa que enmascara otras realidades como los intereses económicos de esa burguesía para buscar nuevos mercados y materias primas baratas. A la larga, el desarrollo de ese nacionalismo exacerbado en las naciones-estado europeas va a llevar al choque inevitable entre unas y otras en la I Guerra Mundial.
2. Según la ideología.
El nacionalismo busca con frecuencia otros compañeros de viaje, y se alía con ideologías afines o con objetivos más o menos parecidos.
a) Nacionalismo y liberalismo.
Suele ser la unión más frecuente, el nacionalismo hace suyas las reivindicaciones del liberalismo político, el movimiento nacional reclama la independencia y un régimen parlamentario. Esto lo hemos visto ya en el caso de la independencia de Bélgica, y en los levantamientos nacionalistas frustrados de la Europa central y oriental de 1830 y 1848. La unión de las dos ideologías es lógica, la burguesía es la protagonista de las dos, por un lado pide la independencia de la nación, y por otro un régimen político en el que sea dirigente.
b) Nacionalismo y conservadurismo.
A finales del siglo XIX parte de la burguesía asentada en el poder va a dar un giro radical en sus presupuestos y ante la amenaza de revolución proletaria
1 va a hacer suyos postulados extremadamente conservadores que llegan a negar el parlamentarismo y a pedir un poder político fuerte (dictadura) que preserve a la nación de influencias extranjeras y que ésta cumpla sus objetivos de expansión y grandeza; en la idea de mantener a la nación pura sin contaminación con pueblos extranjeros -ideas defendidas entre otros por el ideólogo Maurras- se llega a casos de racismo y discriminación como el affaire Dreyfus, un oficial del ejército francés que fue injustamente condenado por ser judío, en realidad ese caso ponía en evidencia el enfrentamiento entre el parlamentarismo y el nacionalismo más cerril.
No sólo Francia fue sacudida por esta corriente nacionalista conservadora, también Alemania, Gran Bretaña...
Como podemos deducir este movimiento ultranacionalista, antidemocrático, elitista y antisemita sería el precedente de los regímenes fascistas del siglo XX que llevarían a la II Guerra Mundial.
1
Los movimientos proletarios reniegan del nacionalismo al principio, lo consideran un instrumento de la burguesía para oprimir a los trabajadores.
bachiller.sabuco.com/historia/nacionalismo.pdf

lunes, 17 de septiembre de 2012

El antiguo régimen.



EL ANTIGUO REGIMEN

Por: Jorge Juan Lozano Cámara, profesor del IES Juan de la Cierva de Vélez-Málaga
Licenciado por la Universidad de Granada (España)


¿Qué es el Antiguo Régimen?
Podríamos definir el Antiguo Régimen como el conjunto de rasgos políticos, jurídicos, sociales y económicos que caracterizaron a Europa y sus colonias durante los siglos XVII y XVIII. En el transcurso del siglo XIX irán siendo sustituidos por otros propios de la sociedad capitalista de clases.

El Término
Lo acuñaron y emplearon por vez primera los revolucionarios franceses (durante la Asamblea Constituyente, en 1790) para designar despectivamente las estructuras política, social y administrativa del país en que Vivian, que consideraban decadentes e injustas.
Aunque en un principio la expresión se circunscribió a las instituciones políticas y jurídicas francesas, hoy día se emplea en un sentido más amplio y se aplica a otros estados.

Características

Una demografía antigua
Una economía agraria
Una estructura social estamental
Una forma de gobierno absolutista

Un comportamiento demográfico antiguo

Que presentaba los siguientes rasgos:

Un escaso crecimiento vegetativo, condicionado por altas tasas de natalidad contrarrestadas por altos índices de mortalidad, especialmente infantil.

Un inestable equilibrio entre la población y los recursos. El elemento regulador de la demografía era la mortalidad, estrechamente relacionada con la dependencia de una economía de carácter agrícola. Periódicamente se producían crisis de subsistencias desatadas por el encadenamiento de malas cosechas. La escasez de alimentos originaba hambrunas que a su vez producían enfermedades de carácter epidémico difundidas con gran rapidez entre una población depauperada. La secuela era una mortalidad catastrófica.

En el siglo XVIII Se produjeron ciertos cambios en ese modelo demográfico; así en algunas zonas de Europa (Inglaterra, Francia, también Holanda), hubo un incremento de los excedentes alimentarios y una mejor nutrición, lo que se tradujo en la disminución de hambrunas y epidemias y, consiguientemente, en la reducción de la mortalidad.
Otro factor que influyó en el descenso de la mortalidad, aunque de manera menos determinante, fue un cierto progreso de la medicina.

El resultado fue un crecimiento demográfico que sin embargo no afectó por igual a todo el continente.

El aumento de la población intensificó la demanda de alimentos y manufacturas, también incrementó la disponibilidad de mano de obra, tanto en el campo como en la industria, factores determinantes en el desarrollo de la revolución agrícola e industrial.

Una economía de base agraria

Tres cuartas partes de la población activa se concentraban en el sector primario.

La industria era tipo artesanal y conservaba todavía rasgos gremiales. Los talleres artesanos empleaban un reducido número de trabajadores, siendo la maquinaria escasa y las fuentes de energía la humana, animal o la proporcionada por el agua o el viento. La especialización era limitada, lo que significaba que el proceso de trabajo invertido en la creación de mercancías era controlado de principio a fin por una misma persona o un escaso número de operarios.

Predominaba el comercio a larga distancia, un ejemplo fue el denominado "comercio triangular". Los intercambios internos eran escasos y complicados debido a las deficientes comunicaciones y la inexistencia de un mercado unificado.
El desarrollo urbano era escaso. La aldea constituía el centro de organización y producción.
Pocas ciudades superaban los 50.000 habitantes. A mediados del siglo XVIII el ciclo demográfico sufrió significativas alteraciones debidas esencialmente a una disminución de la mortalidad.
Estas transformaciones llevarían consigo un incremento de la población acompañado del trasvase de habitantes desde el campo a la ciudad, lo que repercutió en el desarrollo sin precedentes del urbanismo.

La estructura de la propiedad era de carácter señorial, cimentada en grandes latifundios cuyos propietarios percibían cuantiosas rentas de carácter feudal procedentes de una gran masa de campesinos desprovistos de tierras.

Una sociedad estamental

Una sociedad estamental es aquella organizada en estamentos. En la del Antiguo Régimen éstos constituían grupos cerrados a los que se accedía fundamentalmente por nacimiento. Aunque podía haber alguna escasa posibilidad de trasvase de uno a otro grupo (ennoblecimiento por méritos, compra, etc.), lo que caracterizaba esa sociedad eran la estabilidad y la inercia. A diferencia de la capitalista, dividida en grupos en función de su riqueza y, por tanto más variable y dinámica, la estamental era casi inmutable.

Cada estamento se correspondía con un estrato o grupo definido por un común estilo de vida y análoga función social. Era impermeable, es decir, sus miembros no podían mudar de condición.

Jurídicamente era desigual. Cada una de las personas que lo componía era portadora o no de privilegios, en función de su pertenencia a una u otra categoría. Los privilegios consistían en la exención de obligaciones (impuestos) y el derecho a ventajas exclusivas.
Había un estamento privilegiado en el que se incluían la nobleza y el clero y otro no privilegiado que englobaba en su seno al resto de los estratos sociales: burgueses, artesanos, campesinos y grupos marginales.
Al estamento privilegiado se accedía (salvo en el caso del clero) por nacimiento o por concesión especial del monarca. A partir del siglo XVII cada vez se hizo más corriente que individuos burgueses alcanzaran el ennoblecimiento mediante la compra de títulos al monarca.
La rígida sociedad estamental entró en crisis a raíz de los cambios que fueron produciéndose a lo largo del siglo XVIII, que llevaron consigo el fortalecimiento de una burguesía rectora de gran parte de la economía.

No conforme sin embargo con su opulencia económica los burgueses fueron reivindicando también derechos políticos y prestigio social, algo que no estaba dispuesto a conceder los privilegiados. Esa discriminación empujará a la burguesía en ascenso hacia la acción revolucionaria cuyo objetivo será la destrucción de los privilegios feudales.

A finales del siglo las contradicciones del sistema estamental se hicieron cada vez más patentes. Esto sucedió de manera especial en Francia, donde en 1789 estalló una revolución que abrió paso a otros tantos procesos que fueron desarrollándose a lo largo del siglo XIX e implicaron el fin del sistema feudal. Sobre las ruinas de la sociedad del Antiguo Régimen se erigió la sociedad capitalista.

La Nobleza

Junto con el clero, constituía uno de los grupos privilegiados de la sociedad del Antiguo Régimen. Estaba integrado una minoría, pero con un gran poder económico y político.
Era propietaria de grandes latifundios.
Estaba exenta del pago de impuestos.
Recibía elevadas rentas de los campesinos.
Detentaba importantes cargos políticos y militares.
Jurídica y legalmente sus miembros ostentaban privilegios que heredaban por nacimiento.
Se configuraba como un grupo heterogéneo: no todos sus miembros gozaban de la misma importancia y posición económica.


El Clero
Junto a la nobleza, formaba parte del estamento privilegiado.
Sus miembros poseían una gran riqueza patrimonial en forma de bienes suntuarios, iglesias y palacios, así como una importante cantidad de tierras. Recibían además importantes rentas en forma de diezmos, donaciones y limosnas.
Ejercían un gran poder ideológico y gozaban de un gran prestigio social. Monopolizaban la educación.
Constituía un grupo heterogéneo que englobaba en su seno desde cardenales y otros altos dignatarios (hijos segundones de la nobleza) a humildes curas rurales cuyas condiciones de vida eran similares en ocasiones a las de sus feligreses.


La Burguesía
Pertenecía al estamento no privilegiado. Constituía una minoría que fue ganando progresivamente poder económico y prestigio social.

Sus miembros vivían en su mayor parte en las ciudades.
Controlaba el poder económico (junto a nobleza y clero), fundamentalmente a través de la actividad comercial y financiera.
Aunque rica y culta, no poseía privilegios.
En algunos casos se emparentó con la nobleza mediante la compra de títulos y los enlaces matrimoniales.
A finales del siglo XVIII (en Francia) y a lo largo del XIX protagonizó una serie de revoluciones que liquidaron el sistema feudal del Antiguo Régimen y le procuraron el poder político además del económico. Se constituyó de ese modo en la clase dominante del nuevo sistema capitalista.

Los Artesanos
Eran los encargados de la actividad industrial. Pertenecían al grupo de los no privilegiados.

Formaba un grupo social relativamente poco numeroso.
Residían esencialmente en las ciudades.
Sus miembros estaban encuadrados en asociaciones denominadas gremios.
Cuando comenzó el proceso de industrialización moderno que se prolongó durante los siglos XVIII y XIX, fueron desapareciendo y pasaron a engrosar las filas del proletariado industrial.
Los Campesinos
Pertenecían al estamento no privilegiado.

Constituían la mayoría de la población en una sociedad esencialmente agraria.
Vivían en las zonas rurales.
Su nivel de vida estaba al límite de la mera supervivencia y sufrían con especial virulencia las recurrentes crisis de subsistencia propias de una economía preindustrial.
Estaban sujetos a través de vínculos de dependencia a los propietarios de las tierras que trabajaban, fundamentalmente, nobles y clérigos. Sólo una minoría era propietaria. Habían de hacer frente a multitud de cargas que menguaban aún más sus rentas. Un ejemplo de éstas eran los diezmos que habían de entregar a la Iglesia.
A partir del siglo XVIII y durante el siglo XIX, a raíz del proceso de industrialización, buena parte de los campesinos emigró a las ciudades para trabajar en las fábricas.

Grupos marginales
Compuestos por mendigos, proscritos, enfermos o ancianos sin recursos, constituían el lumpen de la sociedad. Sobrevivían gracias a la delincuencia y a la caridad.

Una forma de gobierno absolutista
El gobierno de los estados del Antiguo Régimen se asentó sobre regímenes de carácter absolutista que, en su mayor parte, se justificaron ideológicamente bajo la fórmula de "monarquía de Derecho Divino”.

El oportuno Bossuet
hubiera llegado a Papa
Bossuet, clérigo y pensador francés, en la obra "Política según las Sagradas Escrituras”, afirmaba que el poder era transmitido al Rey directamente por Dios. El monarca no es pues responsable de sus actos ante sus súbditos sino ante la divinidad. La legitimidad de su poder se asienta sobre los pilares de un derecho no terrenal, lo que desliga el ejercicio del mismo de cualquier tipo de compromiso emanado de la ley o la tradición.

El abate Bossuet defendía la actuación política del rey Luis XIV de Francia, máximo exponente del absolutismo monárquico y del centralismo, conocido como el "Rey Sol" o "Luis el Grande".

Thomas Hobbes, pensador político inglés, defendió igualmente el poder de los reyes, pero desvinculándolo de sus orígenes divinos. En su obra "Leviatán" sostenía que la autoridad de los monarcas provenía de un acuerdo establecido entre él y sus súbditos.
Hobbes para pensar así
seguramente era noble
Antes de llegar a ese pacto la humanidad había vivido en un estado de brutalidad, en el que regía la ley del más fuerte en un ambiente de guerra perpetua de todos contra todos.
La necesidad de asegurar su supervivencia y superar el estado de barbarie llevó a los hombres a renunciar a parte de su libertad y transferirla a una autoridad fuerte que se alzase por encima de los intereses particulares y garantizase la paz. La forma más natural que Hobbes consideraba como la más natural para llevar a cabo esa idea era la monarquía.

Los instrumentos utilizaron los reyes para el ejercicio ilimitado de su mando fueron: los Consejos de ministros, el Ejército, la Burocracia y la Diplomacia.
No obstante el absolutismo encontró ciertas resistencias, esencialmente las que procedían de los defensores de los privilegios feudales heredados del medievo y reservados a la nobleza y al clero. A lo largo del siglo XVIII los monarcas intentaron poner fin a la limitación del poder mediante el ejercicio de una novedosa forma de gobierno, el "Despotismo Ilustrado".

Pocos estados europeos escaparon al absolutismo monárquico como fórmula de ejercicio del poder. Destacaron tres: las Provincias Unidas (Holanda), la República de Venecia e Inglaterra.
El absolutismo alcanzó su máximo esplendor entre la 2ª mitad del siglo XVII y finales del siglo XVIII, finalizando como consecuencia de las revoluciones burguesas habidas durante los siglos XVIII y XIX.

El Despotismo Ilustrado
Catalina II la Grande
no pues sí
Constituyó una forma de gobierno que trataba de conciliar el absolutismo con las nuevas ideas de la Ilustración, intentando para ello conjugar los intereses de la monarquía con el bienestar de los gobernados. Se desarrolló durante la segunda mitad del siglo XVIII.
El término tiene su origen en la palabra italiana "Déspota", es decir, soberano que gobierna sin sujeción a ley alguna.

Buena parte de los soberanos europeos desarrollaron en mayor o menor medida esta forma de gobernar, utilizando su indiscutible supremacía como herramienta para incentivar la cultura y la mejora de las condiciones de vida de sus súbditos.
Federico II de Prusia
Pero al hacerlo, prescindieron de su concurso y opinión. La famosa frase acuñada “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” se hizo eco de una realidad que intentaba aunar la tradición con la novedad.
Para llevarla a cabo se valieron de una serie de reformas que en cierto modo buscaban modernizar las estructuras económica, administrativa, educativa, judicial y militar de sus respectivos estados.

Todo ello, sin embargo, respetando la esencia del régimen absolutista y la división estamental de la sociedad. La planificación y puesta en práctica de esas actuaciones recayó sobre sobre una serie de ministros y altos funcionarios de la administración estatal, entre los que destacaron el marqués de Pombal en Portugal, el marqués de la Ensenada en España o Turgot en Francia.